Mi objetivo era bajar de las 7 horas. Para ello, tenía que mantener la forma después de un mes de mayo cargadito, con dos medios Ironman a mi espalda. Y de mucho me sirvieron los consejos de mi buen amigo David Riba, un auténtico especialista en la QH y conocedor, como pocos, del comportamiento del cuerpo humano. Combinaba entrenamientos específicos de bici, en los que se mezclaban sesiones light y cortas con otras más largas y exigentes, siempre apretando en las subidas. Y es que la QH es una prueba para escaladores, lo que en teoría me beneficia.
Pero centrémonos en la carrera. Para empezar, partí con la desventaja de tener un número alto al no poder acreditar marca de años anteriores. Esto es sinónimo de salir muy retrasado, con las dificultades que ello conlleva a la hora de ir adelantado gente. Mi táctica era clara. Chupar rueda de los buenos grupos en el llano y adelantar a la gente en los puertos. Un capítulo aparte merecen los descensos, donde hay muchos tipos que bajan a una velocidad muy superior a la mía (opté por ir por el carril de la derecha sin molestar a nadie) e incluso otros que se juegan la vida. No es de extrañar, por tanto, que más de 200 ciclistas acabaran en el hospital con fracturas diversas.
El Portalet es el puerto más decisivo de la jornada, con sus 29 kilómetros de ascensión. Es necesario haber regulado antes porque se hace larguísimo. La meteorología, por cierto, fue perfecta; sólo apretó el calor en los últimos kilómetros de este coloso pirenaico que separa Francia y España. De los 29 kilómetros, y a diferencia de los puertos anteriores en los que subí a mi bola, hice los 20 primeros con un grupo reducido que subía muy alegre. El resto fui solo porque esta grupeta improvisada se rompió en un avituallamiento (sólo paré en uno: llevaba los bolsillos del maillot llenos de geles y barritas porque no quería perder tiempo).
Después del rápido descenso del Portalet, sólo quedaban los dos kilómetros castigadores de la Hoz de Jaca, en una carretera estrecha y mal asfaltada, de las que se agarra de verdad. Tras coronar, me dejé coger por un grupo, pero no tuve mucha suerte en este aspecto.Nadie tiraba porque hacía viento en contra y me entró el miedo porque vi peligrar el sub 7. Incluso nos cogieron dos grupos más por detrás, pero nadie tiraba... Finalmente, llegó el arreón esperado y el grupo, convertido ya en un pelotón de casi un centenar de unidades, sufrió una montonera a 500 metros de meta. ¿Vale la pena esprintar y correr riesgos? Por fortuna, intuí que algo iba a ocurrir y me abrí a la izquierda de la carretera en el momento oportuno. Me libré por centímetros. Al final, 6 horas 55 minutos y 57 segundos. Me llevé el ORO y aún me sobró una hora. ¡Objetivo cumplido!
Por cierto, no puedo dejar de comentar un tema que está corriendo como la pólvora en las redes sociales: entre los diez primeros clasificados de la QH 2012 habían siete ciclistas salpicados por dopaje. Y para más inri, el ganador, Ángel Vázquez, está sancionado a perpetuidad por dos positivos de EPO. ¿Es justo que ellos compitan contra gente 'normal'?